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La Reserva de Surikí: ‘Un pedazo de Amazonas en Antioquia’ que pasó de la guerra a la conservación y el perdón

En la actualidad, este espacio está abierto para quienes quieran acercarse a la naturaleza y ver fauna silvestre.

Reserva de Surikí Foto: Reserva de Surikí

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En un lugar en el que la vegetación se funde con el río, los perezosos pasan de un árbol a otro, hay aves vistosas y tantos animales que en una sola visita se pueden observar cinco ejemplares, también hay resiliencia y perdón. Así es la Reserva de Surikí, para la familia de Samuel Antonio Jiménez Madera, dueña de 500 hectáreas, ubicadas en el Urabá antioqueño.
Esta es la historia de un espacio que es considerado como un “pedazo del Amazonas en Antioquia”, que trabaja en la conservación de especies, que investiga sus comportamientos para evitar la extinción definitiva de algunos animales y que floreció luego de que el papá de Enilda Jiménez fuera asesinado en medio de la guerra colombiana.
Nueva Colonia, vereda de Urabá, fue el hogar perfecto para que los 21 hijos de Samuel Antonio crecieran, hasta que el conflicto armado tocó a la puerta. La guerrilla asesinó a un hijo del campesino y luego, lo secuestró. “Yo recuerdo en una de las incursiones de la guerrilla en mi casa, un guerrillero me sacó de la cama con una pistola en la cabeza. Tenía cuatro o cinco años. Pasé buena parte de mi vida sanando esa escena”, cuenta la Enilda Jiménez, directora de la Reserva de Surikí.

Reserva de Surikí Foto:Reserva de Surikí

Y agrega: “Luego, el poder pasa de la guerrilla al paramilitarismo. En ese entonces, mi papá seguía siendo bananero y en medio de ese conflicto, los paramilitares lo mataron y nos quitaron el resto de las tierras. En los tribunales de justicia y paz nos enteramos de que lo asesinaron porque se negó a prestar sus tierras al grupo armado”.
Luego de 20 años de perder a Samuel Antonio, sus hijos empiezan los procesos de restitución de tierras, con la desmovilización de los paramilitares y se enfrentaron al dilema de qué hacer con los árboles de 20 metros de altura que les recordaban a su padre. En un inicio, se llevaron vacas al terreno, hasta que los hermanos Jiménez notaron que unos jaguares se las comían.
Ir a escuchar la verdad es doloroso, pero siempre le digo a la gente que es un túnel que trae la paz
“En algún momento se pensó en tumbar la vegetación, para poner vacas en un potrero. Pero eso significaba hacerle a los animales lo que la guerra nos hizo a nosotros”, reflexiona quien también trabajó con las Naciones Unidas y el Consejo Noruego en el proceso de reincorporación de las FARC.
Y de esta forma, surgió la reserva natural en la que convergen gran cantidad de bosques inundados, que fue el resultado de perdonar. Pues, antes de esto, por el 2007, aparecieron las autoridades, llamaron a la familia Jiménez y conectan a Enilda, junto con sus hermanas, con Carlos Castaño (máximo líder de las autodefensas), quien dio la orden de acabar con la vida de su papá, Samuel Antonio.

Reserva de Surikí Foto:Reserva de Surikí

“Él empieza a pedir perdón. Ir a escuchar la verdad es doloroso, pero siempre le digo a la gente que es un túnel que trae la paz. Creo profundamente en el perdón, porque fui educada en esa lógica. Obviamente, sentí rabia cuando nos enfrentamos con el asesino, no podía ver a ese señor. Luchando por entender lo que nos pasó, empecé a escribir sobre papá, para rescatar lo que era él, y en ese proceso llegué a un punto en donde vi que su historia estaba atravesada por la del hombre que lo mató”, confesó Enilda.
Quien siguió la orden de Castaño fue Hébert Veloza, alias HH. Este hombre fue raspachín, reclutado cuando era niño, con pocas oportunidades. Cuando la mujer que dirige la reserva se enteró de ello, también empezó a ver que “la sociedad no le ayudó a proteger sus sueños, pero a él tampoco”. Lo que le llevó a la conclusión de que "el problema en el fondo, que llevó a Hébert a convertirse en un paramilitar, no se ha resuelto”.
“El perdón es una manera, que tenemos los seres humanos, de alcanzar la divinidad. Las heridas que a nosotros nos inflige la vida son grietas por donde entra la luz. Puede que sea muy terrible estar rotos, pero esas eso que está roto se vuelve un camino, hacia donde está la medicina. Y eso es el ADN de cómo nace Surikí”, dice Enilda.
Así, empecé a pillarme que el que fue nuestro hogar también es un laboratorio vivo
Esta reserva se convirtió en la casa de proyectos de conservación y en un lugar al que las personas pueden ir a conectar con especies endémicas del Urabá antioqueño. “Yo no entendía muchas cosas, entonces buscamos a un equipo técnico de biólogos y ecólogos, contratamos una evaluación biofísica y en ese punto descubrimos que en el predio habitan 16 especies en riesgo de extinción: jaguares, manatíes, primates, unos pájaros super endémicos, unas ranas super raras, unas serpientes super extrañas que estaban resguardadas en nuestros terrenos”, agrega quién se ha encargado de involucrar a la comunidad científica en este entorno natural.

Reserva de Surikí Foto:Reserva de Surikí

Eso implicó que algunos de los hermanos Jiménez, a cargo de lo que hoy es la reserva, se sentaran a crear un mecanismo para ordenar las tierras, decidir qué tocar, que no; pensar en un modelo de turismo regenerativo; y formas de vincular a los humanos con el Urabá, de manera amigable en la que se puede hacer avistamiento de aves, tití cabeciblanco, salidas pedagógicas, investigaciones.
“Hace poco hicimos una investigación sobre manatíes, registramos estos animales en el río con sonares. Hemos participado en estudios genéticos de primates, tortugas, haciendo todo el trabajo hormonal y reproductivo. Así, empecé a pillarme que el que fue nuestro hogar también es un laboratorio vivo, en el que hay lugar para el relato, para la convocatoria de personas”, cuenta Enilda.
En la actualidad, este lugar es el favorito de muchos que quieren aislarse de la urbe, para conectar con la naturaleza. Pero, sobre todo, ha ayudado a las comunidades locales a entender la importancia de cuidar la biodiversidad y el desarrollo sostenible en la región. La reserva de Surikí es un ejemplo de cómo es posible disfrutar de la naturaleza mientras se protege y se preserva.
María Jimena Delgado Díaz
Periodista de Cultura
IG @mariajimena_delgadod

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