En el suroccidente de Bogotá, en el barrio María Paz de la localidad de Kennedy, un grupo de pacientes ingresa a una sesión grupal en una sala iluminada y ventilada del Centro de Salud Nuevas Delicias. No llevan bata ni están internados. Tampoco hay camillas ni sueros. Están en un “hospital día”, el primero del Distrito especializado en el tratamiento de las adicciones. Allí, reciben atención integral sin dejar de vivir sus vidas cotidianas.
En este espacio —pionero en la ciudad— las adicciones no son tratadas como una condena, sino como una condición de salud que puede superarse con acompañamiento, enfoque humano y un entorno terapéutico diseñado para la recuperación.
Este modelo, impulsado por la Secretaría de Salud a través de la Subred Sur Occidente, propone una nueva forma de atender el consumo problemático de sustancias psicoactivas y las adicciones comportamentales, como la ludopatía o el uso excesivo de tecnología.
“Estamos frente a un nuevo paradigma de atención en salud mental. Uno que reconoce la diversidad de causas detrás del consumo, que se adapta a la realidad de cada paciente y que trabaja en comunidad”, explica Andrea Hurtado Neira, gerente de la Subred Sur Occidente.
A diferencia de los modelos tradicionales de hospitalización, el Hospital Día permite que los pacientes mantengan su rutina diaria. Pueden asistir a las sesiones y luego regresar a sus hogares, continuar con sus estudios o empleos. Esto, según sus promotores, favorece la adherencia al tratamiento y reduce la estigmatización.
“Una persona no tiene que alejarse completamente de su vida para recibir ayuda. Aquí encuentra un lugar seguro, un equipo que lo comprende y lo acompaña, pero también la posibilidad de seguir siendo parte activa de su entorno”, añade Hurtado.
El programa tiene capacidad para atender a 70 personas cada mes, mayores de 17 años, sin importar su tipo de adicción. La puerta de entrada no es un diagnóstico psiquiátrico ni un juicio social, sino la voluntad del paciente y la recomendación médica.
De acuerdo con expertos consultados por EL TIEMPO, que pertenecen al programa, por las principales adicciones que llegan las personas a este espacio son las sustancias legales, es decir, el alcohol y el cigarrillo.
Según conoció este medio, el tratamiento incluye sesiones individuales con psiquiatras y psicólogos, terapias ocupacionales, trabajo social, atención familiar y actividades físicas y recreativas. Todo con un enfoque psicosocial y de derechos humanos. La recuperación, en este modelo, no es solo dejar de consumir, sino reconstruir la vida.
El lanzamiento del Hospital Día responde a una necesidad evidente. De acuerdo con el Estudio de Consumo de Sustancias Psicoactivas de Bogotá (2022), más del 19 por ciento de los ciudadanos han probado alguna droga ilícita al menos una vez, y el consumo más problemático se concentra entre los jóvenes de 18 a 24 años.
A eso se suman las adicciones comportamentales, en aumento en los últimos años: videojuegos, apuestas, redes sociales, sexo compulsivo. Situaciones que, aunque no siempre involucran sustancias, pueden afectar seriamente la salud mental y física de las personas.
El nuevo centro también se adapta a las dinámicas emergentes del mercado de drogas, donde aparecen constantemente nuevas sustancias sintéticas, más potentes y de mayor riesgo. “Tenemos que estar un paso adelante. No podemos seguir actuando con modelos clínicos pensados para una realidad de hace 30 años”, advierte una de las psicólogas que pertenece al equipo terapéutico y que prefirió guardar su identidad.
La familia, parte del proceso
Uno de los pilares del Hospital Día es el trabajo con el entorno del paciente. No solo se busca que la persona comprenda su relación con la adicción, sino que quienes la rodean se conviertan en aliados del proceso.
“Recibimos orientación sobre cómo acompañar a nuestro hijo sin juzgarlo, sin hacerlo sentir culpable, pero también sin solaparlo”, cuenta Maribel*, madre de uno de los pacientes. “Aquí entendimos que no se trata de fuerza de voluntad, sino de una enfermedad que necesita tratamiento, paciencia y amor”.
El espacio cuenta con salas para reuniones familiares, talleres y terapias grupales que fortalecen los vínculos y ayudan a sanar heridas que, muchas veces, van más allá del consumo.
La propuesta terapéutica no se queda solo en lo psicológico. El centro también cuenta con una huerta terapéutica, una pared de escalada, un gimnasio funcional, espacios para yoga, mindfulness, pintura y cocina. Cada actividad tiene un propósito: reconectar al paciente con su cuerpo, su autoestima y su creatividad.
Para algunos, volver a mover el cuerpo después de años de consumo es redescubrirse. “No sabía que podía correr sin estar acelerado por una sustancia”, dice con una sonrisa Kevin*, de 27 años, mientras termina su rutina de ejercicios.
El Hospital Día busca promover habilidades para la vida: cómo gestionar el tiempo libre, cómo enfrentar el estrés sin recurrir al consumo, cómo tomar decisiones con autonomía. En otras palabras, cómo volver a habitarse.
"Con estos espacios esperamos que el paciente encuentre un nuevo quehacer en el que destine parte de su tiempo, tiempo que antes le dedicaba al consumo. Además, ha habido casos en los que han encontrado o descubierto un talento que no sabían que tenían y esta actitud de aprender es la que buscamos incentivar para que dejen de lado la sustancia a la que eran adictos", comentó uno de los psiquiatras del programa.
¿Y después qué?
El programa no termina con la última sesión. El equipo médico continúa el seguimiento durante meses y articula al paciente con redes de apoyo comunitarias, servicios de salud complementarios y opciones educativas o laborales. La recuperación, dicen, no es una meta, sino un camino con muchos pasos.
“Queremos que este centro sea el primero de varios. Que Bogotá se convierta en una ciudad que cuida, que previene, que escucha”, asegura Hurtado.
Este Hospital Día es, sin duda, un paso histórico. No solo porque pone a las adicciones en el centro de la agenda pública de salud, sino porque lo hace con humanidad, con ciencia y con dignidad. Aquí, el paciente no es visto como un problema, sino como una persona con una historia, un dolor y un deseo genuino de cambiar.
Nota: Los nombres con asterisco fueron modificados para proteger la identidad de los entrevistados.
Laura Valeria López Guzmán
En X y en Ig: @Lauravalerialo
Redacción Bogotá
EL TIEMPO
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