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Todo es cuestión de ritmo / Análisis de Ricardo Ávila
La economía colombiana seguirá creciendo de manera aceptable en 2022, sostienen los expertos.
El Banco de la República proyecta un crecimiento de 9,8 % del PIB en 2021. Foto: Milton Díaz. CEET
La tarde del viernes en Bogotá volvió a ser fría y gris, pero a José Oquendo el clima que amenazaba lluvia no le borró la sonrisa. Otra vez, como antes de la pandemia, su puesto de venta de artesanías pudo atraer a los turistas que iban en camino hacia la plaza de Bolívar, en pleno centro de la capital.
“El día estuvo bueno”, reconoció. “Todavía estoy recuperándome de todos esos meses en los que me tocó encerrarme en la casa y de la falta de gente después, pero ya recobré las esperanzas”, dijo mientras una pareja de extranjeros miraba con curiosidad las pulseras que ofrecía su vecino de calle.
Opiniones del mismo orden surgen en escenarios formales e informales. Cerca de un millar de asistentes a la Convención Bancaria que tuvo lugar en Cartagena la semana pasada escucharon en más de una oportunidad que la reactivación de la economía colombiana no solo es un hecho, sino queapunta a ser mucho más vigorosa de lo que se pensaba a comienzos de 2021.
Así lo muestran las proyecciones al alza que casi duplican las de unos meses atrás, comenzando por las del propio Banco de la República. Según los técnicos de la entidad, la expansión del producto interno bruto este año llegaría a 9,8 por ciento, con lo que se recobra plenamente el terreno perdido en 2020, a causa de los confinamientos impuestos para contener la propagación del covid-19.
Dado que en la cifra mencionada opera el conocido ‘efecto rebote’ y que su magnitud empieza a disminuir, los pronósticos son más moderados a partir de 2022. El Emisor habla de 4,7 por ciento, mientras que Fedesarrollo se inclina por 4,6 por ciento.
El Fondo Monetario Internacional, por su parte, considera que la expansión será de 3,8 por ciento el año que viene. La apuesta, en todo caso, está por encima de la previsión para América Latina y el Caribe, que se ubica en un modesto tres por ciento, gracias a lo cual Colombia seguiría andando a mayor velocidad que buena parte de sus vecinos.
Sopla el viento
¿Qué explica esa diferencia? Los especialistas sostienen que todavía hay una base de comparación relativamente baja, que hará que especialmente los datos del próximo semestre aparezcan como vigorosos. “Hay un balance de fuerzas en el cual se encuentran elementos a favor y este es uno de ellos”, explica José Ignacio López, director de investigaciones económicas de Corficolombiana.
De un lado, la reapertura plena es reciente. Del otro, trastornos como los causados por el paro nacional que comenzó el 28 de abril y se extendió durante varias semanas ocasionaron un frenazo que, si bien fue temporal, resultó ser significativo. Si no hay tropiezos en el camino, la maquinaria productiva podrá andar a mayor velocidad.
Además de lo anterior, la reducción paulatina en los índices de desempleo le debería ayudar al comportamiento del consumo interno. Una buena temporada decembrina serviría para que tanto el ritmo de los negocios como las expectativas se fortalezcan, bajo el supuesto de que la incidencia del coronavirus será cada vez menor en la medida en que los programas de vacunación sigan su curso.
Otros factores también servirán de combustible. El presupuesto nacional es claramente expansivo e incluye un aumento significativo en la inversión pública. Un buen número de obras de infraestructura avanzan a marchas forzadas, mientras las obras del metro de Bogotá empezarían a ejecutarse en forma.
La gente ve en la televisión las declaraciones sobre lo bien que va la economía y si no lo registra en su vida personal, surgen sentimientos de frustración
En el frente externo, la previsión es que las cotizaciones de las materias primas que vende Colombia oscilarán alrededor de sus niveles actuales, sobre todo en lo que corresponde a petróleo y café. El repunte de las exportaciones de manufacturas es, igualmente, una buena señal sobre una posible diversificación de mercados y compradores.
Hasta ahí, las cosas pintan relativamente bien. Sin embargo, hay riesgos que vale la pena tener en el radar pues podrían alterar los cálculos mencionados.
Aparte de que los precios de los bienes primarios bajen por cuenta de eventos inesperados, en el ámbito internacional la principal incógnita es que suban las tasas de interés.
Tanto la persistente inflación como el fin de las políticas de estímulo adoptadas por las economías más grandes hacen factible que el costo del dinero aumente. Y si ello sucede más temprano que tarde, no solo resultará más caro endeudarse, sino que habrá movimientos de capitales y presiones sobre la tasa de cambio.
Por eso, los expertos tratan de leer entre líneas cada pronunciamiento que hacen las cabezas del Banco de la Reserva Federal en Washington o del Banco Central Europeo en Fráncfort. Para los países emergentes, cuyas acreencias se incrementaron en forma significativa en los últimos meses,la esperanza es que los reajustes se demoren el mayor tiempo posible.
De vuelta a Colombia, los asuntos que están en el radar de los analistas son similares. Aquí también se sigue con atención el comportamiento de la canasta familiar, pues si la carestía se dispara, el Banco de la República se verá obligado a aplicar los frenos con mayor dureza.
En ese sentido, el reporte que entregó el Dane el viernes fue recibido con cierto alivio, pues la inflación en octubre aumentó muy ligeramente y estuvo por debajo de las previsiones. Ello hace más probable que el Emisor lleve hacia arriba los intereses de manera gradual y pausada.
Diferentes propuesta de calzado y marroquinería hacen parte de esta feria comercial Foto:Alcaldía de Cali
Tampoco se puede ignorar el posible encarecimiento de los bienes importados, tanto de consumo como de capital, debido a varias circunstancias. “La disrupción en las cadenas logísticas globales ya se empieza a sentir aquí y esto es algo que se prolongaría durante buena parte de 2022”, añade José Ignacio López.
Un temor adicional que surge es el clima social. Más allá de que los indicadores coincidan en que hay una mejoría y que la creación de empleos siga su marcha, las expresiones de descontento vuelven a aparecer de cuando en cuando.
Durante la asamblea de Asobancaria en Cartagena, la senadora María del Rosario Guerra habló de la eventualidad de una nueva ola de marchas y protestas. Si bien se podría creer que en plena época electoral a nadie le gustaría alborotar el avispero –entre otras porque la opinión se devuelve en contra de quienes promueven los desórdenes–, en varios lugares del país la sensación es queexiste una tensa calma que puede interrumpirse en cualquier momento.
Por contradictorio que parezca, la propia fortaleza de la reactivación hace que diferentes sectores de la sociedad se sientan más excluidos que antes. “La gente ve en la televisión las declaraciones sobre lo bien que va la economía ysi no lo registra en su vida personal, surgen sentimientos de frustración”, subraya el presidente de Anif, Mauricio Santamaría.
Aparte de que también hay individuos interesados en agitar las aguas para pescar en río revuelto, las autoridades están obligadas a continuar los procesos de diálogo que surgieron durante el paro de abril y mejorar sus sistemas de alerta temprana. Volver a caer en los mismos errores de antes y en los trastornos que dejaron tantas pérdidas sería francamente indeseable.
Futuro en juego
Una de las razones en favor de reaccionar a tiempo es que la incertidumbre política está presente. Cualquier ciudadano que haya leído las más recientes encuestas con cabeza fría concluirá que cerca de la mitad de los votantes todavía no ha escogido candidato presidencial, por lo cual cualquier escenario es posible.
El problema es que mientras las preferencias no se decanten en favor de unos pocos nombres, decisiones de inversión importantes se verán aplazadas. Sin desconocer que empresario que se respete piensa en el largo plazo, también tiene en cuenta las políticas probables del próximo gobierno y la conformación del Congreso.
De tal manera, si soplan los vientos del populismo, es muy posible que más de un proyecto quede engavetado en forma indefinida y que el consumo de los hogares se afecte. Por el contrario, si la impresión es que el país va a continuar con la ortodoxia de siempre, que incluye respetar la independencia del Banco de la República o mantener la casa en orden en lo que respecta al manejo fiscal, las alteraciones serán mínimas.
Puesto de otra forma, y para decirlo de manera descarnada, todas las apuestas que se hacen sobre un crecimiento de la economía colombiana, que estaría entre cuatro y cinco por ciento el próximo año, están condicionadas al resultado de las elecciones. Tal como se ha visto en Perú o en Chile, la impresión de que viene un cambio de rumbo radical ocasionaría no solo volatilidad en el tipo de cambio o el precio de las acciones y los títulos de deuda, sino que alteraría variables más fundamentales.
Hay que tener siempre presente el objetivo de crecer más y hacerlo más rápido y de manera sostenida
Y aquí lo que está en juego es cerrar lo que los economistas conocen como la brecha del producto, causada por la pandemia. Tal como lo señala el director de Fedesarrollo, Luis Fernando Mejía, así las cifras de aumento de la actividad económica sean buenas, estamos un escalón más abajo que antes.
Según las proyecciones de la entidad, la expectativa antes de la pandemia era que la economía colombiana aumentara de tamaño en 47 por ciento, entre 2019 y 2030. Ahora, incluso con la vigorosa reactivación registrada, el incremento sería de 38 por ciento en el mismo lapso, un seis por ciento por debajo.
Semejante perspectiva implica que el esfuerzo debería concentrarse en ir más rápido, no solo para cerrar la brecha mencionada, sino ojalá para que el producto interno bruto vaya todavía mucho más lejos de lo que muestran los pronósticos más optimistas. El problema es que, en las circunstancias actuales, esa aceleración no es nada segura.
Para utilizar un símil, a Colombia le pasa como a esos vehículos que tienen un motor muy pequeño y una carrocería grande. De tal manera, hay una especie de velocidad tope –cercana al tres por ciento anual, en promedio– que solo aumentará si se hacen reformas que mejoren la productividad y se eliminan una serie de cuellos de botella en áreas que van desde las regulaciones hasta la calidad de la infraestructura.
En eso recae la importancia de mirar más allá y entender que las realidades políticas acabarán siendo determinantes para enmendar la plana o llenarla de tachones. Lo que está en juego no es otra cosa que la suerte de una nación que requiere de una economía próspera para ganarles la batalla a la pobreza y a la marginalidad.
No hay duda de que es una prioridad combatir la desigualdad, y más en uno de los países que tiene una pésima distribución del ingreso y que se ubica en los últimos lugares en esta materia, tanto en el ámbito regional como en el mundial. Pero eso será más sencillo si logramos apurar el paso, tomando las decisiones correctas, así no siempre sean las más populares.
Debido a ello, no basta con congratularse por lo que está sucediendo en lo que atañe al dinamismo actual de la industria o el comercio. “Hay que tener siempre presente el objetivo de crecer más y hacerlo más rápido y de manera sostenida”, subraya Mauricio Santamaría.
Lograr esa meta encendería una luz de esperanza. Hace varias décadas, el desaparecido Fabio Echeverri Correa acuñó una frase famosa: “La economía va bien, pero el país va mal”. A sabiendas de que faltan muchas cosas por arreglar en múltiples frentes, no está de más agregar que si la economía va mal, al país le irá peor.