Cuéntenos una historia. Con esta frase, la pequeña Alicia Liddell y sus dos hermanas solían interrumpir al señor Charles Dogson, durante sus frecuentes excursiones por el río Támesis, cerca de Oxford, en la Inglaterra de mediados del siglo XIX. Dogson era un amigo cercano de la familia Liddell, y se desempeñaba como profesor de matemáticas en la Universidad de Oxford, además de ser fotógrafo y escritor.
Fue durante uno de aquellos paseos en una tarde soleada, cuando Dogson, a petición de Alicia, inventó una historia en torno a las aventuras de una pequeña niña que cae en la madriguera de un conejo. La narración se convertirá en el libro titulado Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, que le daría a Dogson, con el seudónimo de Lewis Carroll, reconocimiento mundial, cautivando a lectores de todas las edades desde su publicación en 1865.
Más allá de sus personajes extravagantes y su narrativa fantástica, la aventura subterránea de Alicia ofrece una conexión sorprendente con el mundo de la ciencia, a través de un viaje maravilloso hacia conceptos científicos intrigantes, en particular en relación con la mecánica cuántica. Carroll nos invita a cuestionar la realidad y explorar ideas científicas. De manera comparable, la mecánica cuántica desafía nuestra intuición clásica sobre el mundo físico.
En Alicia en el país de las maravillas encontramos varios elementos que nos recuerdan los principios de la teoría cuántica. Alicia se encuentra constantemente en situaciones en las que la certeza y la predictibilidad se ven desafiadas. Esto refleja el principio de incertidumbre de Heisenberg, que establece que existen límites fundamentales para conocer con precisión la posición y el momento de una partícula al mismo tiempo.
En el país de las maravillas, los personajes parecen existir en múltiples estados a la vez. Esta noción de superposición es similar a cómo las partículas cuánticas pueden estar en varios estados al mismo tiempo hasta que se realiza una medición.
Durante su aventura, Alicia es una observadora activa, y su simple presencia altera y transforma el mundo a su alrededor. Esto nos recuerda el papel fundamental del observador en la mecánica cuántica, en el cual la medición afecta el estado de una partícula. Por ejemplo, a través del experimento mental denominado “el gato de Schrödinger” se suele ilustrar en la teoría cuántica la idea de que un objeto puede estar en múltiples estados al mismo tiempo –el gato vivo o muerto– hasta que se observe, cuestionando la naturaleza de la realidad.
La obra de Lewis Carroll ha despertado un continuo debate, adentrándose en la frontera entre lo racional y lo irracional, pero lo cierto es que nos enseña la importancia de la imaginación y la curiosidad para explorar los límites de la realidad. Al adentrarnos en el fascinante mundo de la teoría cuántica, que se originó en el año 1900, apenas dos años después de la muerte de Carroll, descubrimos que las reglas del juego son diferentes a lo que estamos acostumbrados y que existen fenómenos y conceptos que desafían nuestra intuición.
Así como Alicia en su mundo de maravillas, en el campo de la ciencia moderna nos dejamos guiar por la curiosidad para explorar las propiedades del mundo físico a escalas diminutas, en el reino cuántico, donde todo es posible. A través de la ciencia
nos sumergimos en ese fascinante universo de infinitas posibilidades, que nos lleva hacia nuevos horizontes de conocimiento y comprensión.
SANTIAGO VARGAS
Ph. D. en Astrofísica
Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional
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