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Noticia

Esperanza, reconciliación y solidaridad, el llamado de los obispos a Colombia en el sermón de las siete palabras

Con las frases de Cristo, obispos de diferentes regiones reflexionan sobre las coyunturas actuales del país.

Semana Santa
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PERIODISTA DE CIENCIAActualizado:

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Cada año, durante los días santos, la Iglesia católica y sus feligreses reflexionan alrededor de las palabras que Jesús pronunció durante su crucifixión. El Viernes Santo, fecha en la que los creyentes acompañan con devoción las escenas representativas de la pasión de Cristo en el viacrucis, también es protagonista de esta conmemoración el ‘sermón de las siete palabras’, inspirado en las últimas frases pronunciadas por Jesucristo en la cruz.
Como es tradición, representantes de la Conferencia Episcopal de Colombia comparten con el país el análisis que hacen de la actualidad nacional a la luz de ese último mensaje emitido por Cristo, antes de resucitar. En esta oportunidad se trata de voces nuevas, de prelados recientemente creados como obispos o nombrados para dirigir diócesis, quienes se dirigen al país con un mensaje que tiene como tema central el Jubileo de la Esperanza que celebra la Iglesia católica este año.

‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’

El perdón como camino de esperanza
Apartes de la reflexión de monseñor Wiston Mosquera Moreno, obispo de la diócesis de Quibdó
Desde aquí, en la meditación de esta primera palabra, hoy yo me permito invitar a quienes siguen creyendo que la violencia y la muerte son el camino: ¡Les digo que no! La violencia y la muerte no son el camino. La esperanza es Cristo, que se entrega por todos y por todas, y nos abre la conciencia para no matarnos, para que dialoguemos, para que vivamos. Porque con la violencia y la muerte nadie gana, todos perdemos. Todos, absolutamente todos y todo lo perdemos con la violencia.
¿De qué sirve que las personas estén allá enfrentadas de tantas maneras? Y cuando pierden la vida ¿A quién le queda todo lo que usted tanto luchó? Seguramente a alguien que jamás lo luchó. Por lo tanto, hoy, Jesús nos está hablando al corazón. Pongamos atención a sus palabras y dejemos ojalá y de verdad, que a todos nos llegue hasta lo más profundo de nuestro ser ese mensaje del Señor. Pero también hago ese llamado desde aquí a quienes están, por supuesto, moviendo los hilos desde la clandestinidad, para que entiendan que todos los pueblos en Colombia queremos vivir en paz. Todos los pueblos, todas las familias, queremos vivir en paz, con libertad o libre movilidad, con salud y ojalá con respeto para todos, y ante todo, ojalá con los servicios también públicos domiciliarios en óptimas condiciones, para todos, para todas.

‘Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso’.

Esperanza y vida eterna
Apartes de la reflexión de monseñor Rodrigo Gallego Trujillo, obispo de la Diócesis de Palmira
¿Cuántas veces nosotros nos hemos negado a la posibilidad de la realización plena aquí porque no llegamos a Dios? La realización plena del hombre no está en el querer cosas, no está en la acumulación de las riquezas. Y hay que pedirle al Señor esa gracia. San Pablo lo advirtió: “La raíz de todos los males es la amistad del dinero” ¡Cuánto mal! ¡Cuánta maldad! ¡Cuántas situaciones de pecado en nuestra sociedad que brotan precisamente de esa idolatría terrible y desesperante frente al dinero! Allí está la esperanza del hombre. Todo eso es fugaz.
Pero cuando nosotros tomamos conciencia de esta temporalidad y nos damos cuenta de que nuestra vida es una vida muy breve, como lo dicen los Salmos, a veces, que se parece a la hierba que crece en el pecado, rápidamente se seca. Cuando nos damos cuenta de esa realidad, aprovechamos el tiempo al máximo y entonces aprendemos a entender que nuestra vida unida a la cruz de Cristo es como una saeta, como una flecha que se lanza hacia el horizonte, hacia el futuro.
Imagen de Jesús crucificado en un templo católico.

Imagen de Jesús crucificado en un templo católico. Foto:EFE

‘Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu madre

Las madres, creadoras de esperanza
Apartes de la reflexión de monseñor Juan Manuel Toro Vallejo, obispo de Girardota
María al pie de la cruz, entonces, se convierte en el icono perfecto para entender el tema central de la reflexión de esta semana: “En Dios ponemos nuestra esperanza”, porque la fe de María acompañando a su Hijo que muere es la cruz, es la fe que necesitamos para vislumbrar la resurrección y como ella, las madres de hoy están llamadas a ser creadoras de esperanza.
La importancia de la cruz, brilla cuando el Maestro nos decía “Si alguno quiere venir en pos de mí niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”, pero junto a la cruz estaba María, y al pie de la cruz, Jesús nos la entregó como madre en la persona de Juan… y el discípulo la “acogió en su casa”. Benedicto XVI en una audiencia general en 2009 dijo: “la acogió en su casa. Así dice la traducción italiana, pero el texto griego «eis tá idia», es mucho más rico, más profundo: Acogió a María en lo íntimo de su vida, en la profundidad de su ser. Acoger a María, entonces, significa introducirla en el dinamismo de toda la propia existencia -no es algo exterior".
La intención de Jesús en aquel momento era, ciertamente, la de establecer la maternidad universal de María en la vida de la gracia con respecto a cada uno de los discípulos de entonces y de todos los siglos.
También hoy, como el Señor, gritamos a Dios, clamamos a Él su presencia frente al dolor de la muerte, frente a la corrupción, frente al abandono, frente a la violencia. Son esas violencias que han marcado nuestra historia en nuestro país.
monseñor Orlando OlaveObispo de la Diócesis de Ocaña

‘¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?’

El grito de la esperanza
Apartes de la reflexión de monseñor Orlando Olave Villanoba, obispo de la Diócesis de Ocaña
"Ese grito de dolor de Jesús es también el grito de los hombres y las mujeres en la historia. También hoy, como el Señor, gritamos a Dios, clamamos a Él su presencia frente al dolor de la muerte, frente a la corrupción, frente al abandono, frente a la violencia. Son esas violencias que han marcado nuestra historia en nuestro país.
Una violencia que sigue generando muertes, desplazamientos, como lo hemos vivido en estos tiempos en el Catatumbo y en tantas regiones de nuestro país. También escuchamos el grito de dolor de estos hombres y mujeres, de los niños, de los jóvenes que claman a Dios pidiendo auxilio, que quizá también sienten, como Jesús, que han sido abandonados. Pero en medio de esa realidad también aparecen la corrupción de nuestro país, el abandono de nuestras comunidades, jóvenes sin esperanza, mujeres que han sido abandonadas con sus hijos, jóvenes consumidos por los vicios, por las drogas, realidades humanas trágicas.
Ese grito también sigue hoy siendo lanzado a la historia, pero es un grito que se encuentra con ese grito de Jesús, con ese grito que no oculta el dolor. En este relato que nosotros escuchamos, vemos cómo algunos no entendieron; algunos se hicieron los desentendidos o se confundieron. También ese grito dolor a veces no es escuchado por nosotros, no es escuchado por los gobernantes, no es escuchado por el vecino. Qué bueno nosotros saber escuchar el grito de dolor, saber salir al encuentro de esos hermanos, saber buscar con ellos la transformación de nuestras realidades.
Hoy, en Colombia, esta sed se expresa en quienes claman paz, en los desplazados por la violencia, en los jóvenes que buscan oportunidades y en las comunidades marginadas que esperan justicia y dignidad.
monseñor Dimas Antonio AcuñaObispo de El Banco

‘Tengo sed’

Los que claman esperanza
Apartes de la reflexión de monseñor Dimas Antonio Acuña, obispo de El Banco
Hoy, en Colombia, esta sed se expresa en quienes claman paz, en los desplazados por la violencia, en los jóvenes que buscan oportunidades y en las comunidades marginadas que esperan justicia y dignidad. En la diócesis de El Banco, muchas familias enfrentan la pobreza, el abandono estatal y la falta de oportunidades. Como Iglesia, estamos llamados a ser signo de esperanza en medio de esta realidad. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que “el amor de la Iglesia por los pobres pertenece a su constante tradición” (CEC 2444), y en ellos Cristo sigue diciendo: “Tengo sed”.
Semana Santa

Misa Crismal en la Catedral Primada de Colombia. Foto:Sergio Acer-CEET

(...)En nuestra sociedad actual, dominada por el bullicio y las distracciones, muchas personas viven situaciones límite que los llevan a la desesperanza. El sufrimiento, la injusticia y la incertidumbre parecen nublar la capacidad de ver más allá del presente inmediato. Sin embargo, la fe nos enseña que Dios no nos abandona. La historia de la salvación está llena de ejemplos en los que el Señor interviene en favor de su pueblo, respondiendo a su clamor con generosidad y misericordia.
El clamor de Jesús en la cruz nos recuerda que su sed es también la sed de aquellos que sufren. Los pobres, los enfermos, los perseguidos y los marginados representan el rostro de Cristo en el mundo actual. La Iglesia, fiel a su misión, debe ser un oasis de esperanza para ellos.

‘Todo está cumplido’

El creyente, portador de esperanza
Apartes de la reflexión de monseñor Edgar de Jesús Mejía Orozco, obispo auxiliar de Barranquilla
“Todo está consumado” porque la obra de Dios ha llegado a su plenitud en la entrega de Jesús en la cruz. Ese mismo Jesús, que murió y resucitó, hoy sigue haciéndose presente en medio de nosotros, con su obra buena para decirnos que es posible que la luz del bien brille en medio de la oscuridad del mal. Él nos sigue visitando a través de su Palabra, cuando nos reunimos a orar –“donde estén dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos” (Mt, 18,20) -, se acerca a través de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía, de la gente que nos ama y amamos auténticamente… Sigue llegando para llenar nuestra vida de esperanza, para decirnos que en medio de nuestra sociedad colombiana marcada por signos del mal tales como la corrupción, la violencia, el narcotráfico, la vulneración de los derechos humanos, las ideologías sesgadas, la pobreza extrema, el desempleo, la guerra, las desigualdades socioeconómicas, etc., es posible tener esperanza porque la acción de Dios nada ni nadie la detiene. Hoy, como ayer, todos los que nos abrimos al encuentro con Jesús podemos experimentar la obra de Dios que en él se ha consumado, por ello como creyentes no podemos perder nunca la esperanza.

‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’

Cristo, nuestra esperanza
Apartes de la reflexión de monseñor Edwin Raúl Vanegas Cuervo, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Bogotá
Los invito en este día, a unir la séptima palabra de nuestro Señor Jesús en la Cruz, a dos clamores latentes en medio de nuestro pueblo colombiano. Voces, muchas veces apagadas o silenciadas, que surgen donde parece que no hay salida, o donde no vemos con claridad la luz de la esperanza. Dejémonos iluminar por esta séptima palabra de Jesús y abandonémonos en las manos del Padre, con la confianza de que Él transformará estas realidades en señales de luz y de esperanza para todos.
Primer clamor: por la reconciliación. (...) La reconciliación que clama nuestra historia y nuestro pueblo colombiano encuentra esperanza en la voz de Cristo, que nos une al Padre y nos renueva como hijos de Dios. En las palabras de abandono de Jesús se proclama el restablecimiento de nuestra dignidad de hijos. Al restablecerse esta dignidad podemos ver que la reconciliación que deseamos brota de nuestra vocación originaria a la vida y a la comunión con Dios.
Aunque nos sigue doliendo la violencia, la muerte, la injusticia y la división en nuestros contextos próximos, no podemos perder la esperanza de que en Cristo hemos vuelto a la vida. Renovemos en este día nuestra vocación de hombres y mujeres artesanos de la reconciliación. Que las palabras de Jesús en la Cruz nos animen para ser tejedores de relaciones armoniosas, reconciliadas, pacíficas y dignas.
Segundo clamor: por la solidaridad fraterna. (...) Ser fraternos y solidarios es una señal de esperanza que podemos ofrecer a nuestro mundo, por medio de la acogida del migrante que ha dejado su tierra y busca un mejor futuro; ser fraternos y solidarios es una señal de esperanza cuando asistimos con caridad a quienes sufren hambre, habitan las calles o están en las cárceles; ser fraternos y solidarios es una señal de esperanza cuando podemos ver al otro a la cara libres de los prejuicios y la superioridad; ser fraternos y solidarios es una señal de esperanza cuando acompañamos a nuestros adultos mayores para que no vivan esta etapa de sus existencias en soledad; ser fraternos y solidarios es una señal de esperanza cuando cuidamos de nuestros niños y niñas para que no sufran heridas irreparables y puedan soñar con un mundo nuevo y armonioso.
REDACCIÓN VIDA DE HOY

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