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Consumo de estupefacientes en el mundo aumentó 23 % en la última década
Las disparidades sociales y económicas siguen impulsando el fenómeno de las drogas.
El mercado de las drogas se está diversificando con la aparición de nuevas sustancias más potentes y peligrosas. Foto: Guillermo Ossa / Archivo EL TIEMPO
Alrededor de 500.000 personas murieron en el mundo en 2019 debido al consumo de drogas. La cifra puede parecer insignificante, pero representó un incremento de 17,5 por ciento más de fallecimientos que en 2009.
De este escenario se desprende una realidad que merece atención urgente: las sobredosis suponen una cuarta parte de estos decesos y las enfermedades relacionadas con la hepatitis C son la mayor causa de muertes por drogas.
Los datos han sido publicados en el nuevo Informe Mundial sobre Drogas 2023 elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y develan un entramado de complejidades sociales vinculadas al incremento récord de consumo de sustancias psicoactivas.
Según el reporte, los consumidores de estupefacientes aumentaron un 23 por ciento en la última década, hasta los 296 millones, lo que supone el 5,8 por ciento de la población global de entre 15 y 64 años.
Asimismo, el uso de anfetaminas ascendió a 36 millones de personas, el de cocaína a 22 millones y el consumo de sustancias tipo ‘éxtasis’ creció hasta los 20 millones. El mayor porcentaje de consumo de anfetaminas (el 45 por ciento) y de productos farmacéuticos sin fines médicos (entre el 45 por ciento y el 49 por ciento) corresponde a las mujeres, mientras que un mayor porcentaje de hombres consumen opiáceos (75 por ciento) y cocaína (73 por ciento).
Muerte por sobredosis
Vannesa Morris (coordinadora) y David Moreno (fotógrafo) analizando sustancias. Foto:Èchele cabeza
Uno de los puntos relevantes fue el incremento de muertes por sobredosis, cuyo aumento es directamente proporcional al creciente consumo de drogas a nivel global.
Un análisis detallado de los indicadores deja ver que la situación es más compleja de lo que parece. Julián Quintero, sociólogo e investigador en temas de drogas, asegura que “la sobredosis tiene, después del elemento de la sustancia que es altamente peligroso, un factor de vulnerabilidad que implica el consumo en soledad, en aislamiento y en la marginalidad”.
Para Quintero, que también es director de la Corporación Técnica Social Échele Cabeza, no solo se trata de personas que se inyectan sustancias en alta cantidad, sino de seres humanos que están solos, por lo que el problema tiene implicaciones de doble vía: el consumo y la falta de acompañamiento.
De acuerdo con el informe, la mayoría de estas muertes se debe a opioides sintéticos, principalmente al fentanilo, 100 veces más potente que la morfina y cada vez más popular en todos los rincones del mundo.
Parece un escenario irreal, pero lo cierto es que las drogas sintéticas pasan por un momento de auge sin precedentes debido a que ofrecen un método de producción más barato y rápido al no depender de cosechas, como la hoja de coca o la amapola, ni de limitaciones geográficas de ningún tipo.
Quintero explica que aquello que hace a los opioides realmente letales es que son vendidos y distribuidos como una sustancia legal bajo la idea de la “mínima adicción”, así las personas suelen reducir la percepción de daño de estas sustancias creyendo que se trata de drogas inocuas.
En Estados Unidos se produjeron en 2021 más de 80.000 muertes por sobredosis de opioides. Al menos 70.000 de estos fallecimientos se atribuyeron a los opioides farmacéuticos elaborados con compuestos sintéticos (principalmente fentanilos).
El cuadro no es distinto en otros países.
Échele Cabeza Talks ofrece asesorías, charlas, talleres y conferencias para el abordaje del consumo de drogas. Foto:Cortesía Échele Cabeza
El reporte estima que el número global de personas que se inyectaron drogas fue de 13,2 millones, un crecimiento del 18 por ciento respecto a las anteriores estimaciones. Mientras tanto, el número de s que sufrieron trastornos por consumo de estupefacientes se disparó a 39,5 millones, un aumento del 45 por ciento en diez años.
La situación suele derivar en el aumento de problemas de salud mental, especialmente luego de las situaciones de ansiedad que causó la pandemia, según relató Angela Me, investigadora del informe. No obstante, ante el aumento de los casos más graves de trastorno por drogas en todo el mundo, solo uno de cada cinco personas en esa situación recibe algún tipo de tratamiento.
En consecuencia, la ONU dibuja en su reporte una realidad polémica para los sistemas sanitarios del mundo: muchas personas recurren a sustancias en el mercado ilegal para automedicarse.
“Mucha gente que consume drogas lo hace como automedicación”, dijo Chloe Carpentier, investigadora de Naciones Unidas (ONU), para romper con la idea de que el uso de estupefacientes es solo para fines recreativos.
Ante este panorama, existe un obstáculo inminente: las brechas sociales, culturales y económicas continúan mermando las alternativas en políticas públicas.
El documento destaca que las desigualdades económicas y de género contribuyen también a aumentar el efecto dañino de las drogas, sobre todo en los países pobres. Las mujeres y los jóvenes serían mucho más vulnerables ante el uso médico de sustancias o a los tratamientos contra la adicción.
En América del Sur, por ejemplo, más de la mitad de las personas en tratamiento por consumo de estupefacientes tiene menos de 25 años. Además, la demanda de atención por desórdenes relacionados con drogas sigue sin satisfacerse, con solo una de cada cinco personas recibiendo tratamiento en el territorio y un aumento en las disparidades por regiones en el a un tratamiento.
“Es importante que el informe se enfoque sobre lo que ha llamado la atención de los técnicos, activistas e investigadores sobre este tema y es que los factores del contexto hacen más vulnerables a los daños de las drogas”, resaltó el director de Échele Cabeza.
Quintero también explica que se ha demostrado que las personas de altos estratos socioeconómicos son las que más consumen sustancias, pero son las que menos daños o consecuencias negativas tienen. Por otro lado, las personas de estratos socioeconómicos más bajos consumen menos sustancias (en cantidad), pero son quienes tienen más probabilidades de sufrir un daño.
Sobre las enormes brechas existentes, el reporte narra realidades desalentadoras como, por ejemplo, que en los países desarrollados la disponibilidad de opioides para el tratamiento del dolor es cuarenta veces mayor que en los países con rentas medias o bajas.
Así, el 86 por ciento de la población mundial vive en países sin un adecuado a ese tipo de medicamentos para cuidados paliativos o reducción del dolor. Para las mujeres, el escenario es todavía más gris: aunque en 2021 ellas fueron el 45 por ciento de quienes usaron estimulantes de tipo anfetamínico, solo el 27 por ciento de quienes reciben tratamiento son mujeres.
Más del 80 % de los consumidores de drogas en Nueva York usan Fentanilo