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Explicativo
Caminos de agua: el resurgir de la pesca en el Río Magdalena
Crónica sobre el río Magdalena, su importancia cultural y económico y La Subienda, una plataforma para protegerlo.
La Subienda es una plataforma para conocer sobre la patrimonialización de la pesca artesanal en el río Magdalena y sus riegos. Foto: Esri Colombia
El siguiente texto hace parte del libro 'Innovación y biodiversidad, Integrando la sostenibilidad en las empresas que lideran el cambio en Colombia', publicado por la Universidad Ean y aborda el trabajo de de Esri Colombia con La Subienda, una plataforma interactiva creada para monitorear la pesca artesanal y la implementación del Plan Especial de Salvaguardia (PES), que permite un seguimiento detallado y en tiempo real del estado del río y de toso lo que pasa a su alrededor.
Así luce el río Magdalena por estos días en Barrancabermeja. Foto:Gestión del Riesgo
El río Magdalena, una arteria viva que serpentea por la región, no solo traza su curso a través de la geografía, sino del alma de quienes viven a sus orillas. En la Ciénaga de Zapatosa, un vasto espejo de agua que abraza los sueños de las comunidades ribereñas, la pesca es más que una ocupación; es una forma de vida, una tradición arraigada en el vaivén de sus corrientes. Este es el escenario donde se entrelazan historias de resiliencia y esperanza, unidas por la pasión por preservar el patrimonio acuático y la vida que gira en torno a él.
El latido de la tierra: la vida de los pescadores
Poto y Jaime, pescadores del corregimiento de Sempegua; en el departamento del Cesar, son guardianes de un saber ancestral transmitido a lo largo de generaciones. Poto, con el rostro curtido por el sol y las aguas del río, lleva consigo décadas de experiencia, un conocimiento profundo que solo se forja en la cercanía constante con el Magdalena. Cada arruga en su piel narra historias de jornadas bajo el cielo cambiante y el vaivén del agua. Su vida está imbricada con el río, un vínculo tan profundo que sus movimientos y observaciones se sincronizan con el flujo de las corrientes y el canto de las aves. Jaime, con su mirada contemplativa y una sabiduría similar, sigue la senda marcada por sus ancestros, compartiendo el mismo respeto y dedicación hacia el río.
Para ellos, el río es un compañero constante, un ser que demanda respeto y comprensión. “Cuando miro el río, veo más que agua; veo historia, veo vida”, dice Jaime, reflejando una conexión íntima con su entorno. Su conocimiento se entrelaza con las estaciones del año, los ciclos de los peces y el lenguaje de las aves, como la guacharaca, que con su canto anuncia el clima. Esta habilidad para interpretar la naturaleza es vital no solo para la pesca, sino para mantener una relación armónica con el río. Como afirma Poto, “cada corriente, cada cambio en el agua, es una señal. El río nos habla, y nosotros debemos aprender a escucharlo.”
Río Magdalena a la altura de Barranquilla. Foto:Vanexa Romero/ El Tiempo
La pesca no es solo una actividad económica para Poto y Jaime; es una expresión de su identidad y una reverencia por la riqueza natural que les sustenta. En sus manos, el arte de pescar se convierte en una danza con la naturaleza, una forma de vida que respeta y preserva el equilibrio del ecosistema acuático. “El río nos da todo y, a cambio, debemos cuidarlo como él nos cuida a nosotros”, reflexiona Jaime, subrayando la profunda interdependencia entre su comunidad y el Magdalena. En su cotidiano diálogo con el río, Poto y Jaime no sólo aseguran su subsistencia, sino que también mantienen viva una tradición que honra la conexión entre el ser humano y el agua.
Entre la tradición y la innovación
El proceso de patrimonialización del río Magdalena no es solo un esfuerzo por preservar una forma de vida; es un reconocimiento de la interdependencia entre la cultura local y el ecosistema.
El Magdalena nunca pasa desapercibido. No puede hacerlo si su, a veces escandaloso y otras veces silencioso, caudal visita a 13 departamentos del país. Tampoco pasan desapercibidos sus retos, desafíos y amenazas, que le van cambiando la vida a sus moradores, desde el Huila hasta el Atlántico. Y es justo en un esfuerzo por protegerlo que la Fundación Alma- una entidad sin fines de lucro que trabaja en proyectos y propuestas encaminadas a la defensa de la naturaleza y de la vida- desarrolló un Plan Especial de Salvaguardia (PES) alrededor de él, como una propuesta integral que, junto a los pescadores, busca garantizar la manifestación de la pesca artesanal y de los conocimientos asociados a ella.
Nunca antes los pescadores de la planicie inundable del Magdalena, quienes no estaban siendo reconocidos como actores relevantes en el desarrollo económico del país, habían estado cerca de semejante proyecto, que lo único que busca, a pesar de sus procesos extensos, es cuidarles el trabajo, el alimento y el hogar.
Como resultado de este proceso de formulación participativa, en el que se conectaron las necesidades con las posibles soluciones para la salvaguardia de la manifestación de la pesca artesanal del Magdalena, surgieron cinco medidas: soberanía alimentaria; educación e investigación; arte y comunicación; participación e incidencia política y La Subienda; cada una acompañada de un plan de implementación, que permitió, en una primera instancia, la declaración, en Colombia, de patrimonio cultural inmaterial de los conocimientos y técnicas asociadas a la pesca artesanal en el río Magdalena.
No existe en este mundo nadie más alejado de la tecnología que aquel que habita senderos naturales lejos de las dinámicas urbanas, arropadas de asfalto, adornadas con semáforos y perfumadas con monóxido de carbono. Quienes habitan alrededor del río Magdalena no imaginan que desde ese mundo aislado y complejo que significa la tecnología para ellos se puede salvaguardar su hábitat y su fuente de alimento, amenazado cada vez más por los depredadores de la naturaleza.
Es en la quinta medida, conocida como La Subienda, donde la tecnología asume un papel crucial en el proceso de salvaguarda del río. En lugar de ser el protagonista, la tecnología se presenta como un facilitador indispensable para preservar el ecosistema y la tradición pesquera. La Subienda, una plataforma interactiva creada para monitorear la pesca artesanal y la implementación del Plan Especial de Salvaguardia (PES), permite un seguimiento detallado y en tiempo real del estado del río y de toso lo que pasa a su alrededor. Esta herramienta fue desarrollada por Esri Colombia, la empresa líder en desarrollo e implementación de herramientas basadas en Sistemas de Información Geográfica (SIG), cuyo compromiso es apoyar la gestión sostenible de los recursos naturales mediante el uso de tecnología avanzada.
La Subienda, alimentada de mapas, geoportales, visores interactivos e información robusta sobre la iniciativa, también busca mapear, y lo está haciendo, las diversas acciones de conservación, restauración y rehabilitación de los ecosistemas anfibios que conforman a la planicie inundable del río Magdalena. La tecnología cartográfica de Esri ha aportado un nuevo nivel de detalle y precisión a la tarea de proteger la pesca artesanal, pues, a través de mapas y SIG ha logrado una representación más precisa del ecosistema acuático, permitiendo a los pescadores y a los responsables de políticas entender mejor las dinámicas del río y tomar decisiones más informadas y acertadas.
La esperada subienda que todos los años llega para los meses de diciembre y enero. Foto:archivo particular
El camino no ha sido fácil. La deforestación, la contaminación y la pesca indiscriminada han puesto en peligro la vida acuática y, por ende, la fuente de sustento de las comunidades del Magdalena, que no son menos de 40 mil familias. Poto y Jaime han sido testigos de la transformación del paisaje. “Recuerdo cuando el río era un mar de peces. Ahora, las aguas se ven más vacías”, relata Poto con tristeza.
Este cambiante panorama ha ocasionado, además, que las generaciones de relevo migren hacia otros lugares y actividades económicas, limitando la capacidad de la experiencia en pesca artesanal y poniendo en riesgo su sostenibilidad. Precisamente, el Plan Especial de Salvaguardia busca, a través de la patrimonialización nacional e internacional, preservar la pesca artesanal, generación tras generación.
La colaboración entre la comunidad local y las instituciones ha dado lugar a esfuerzos de conservación y restauración impensables. Nada más valioso para una sociedad que lograr implementar prácticas sostenibles, apoyadas y desarrolladas entre expertos y comunidades. Este es el caso La Subienda, donde, con el respaldo de la tecnología de Esri Colombia, se han podido monitorear los recursos que existen en el río para facilitar la recuperación de áreas degradadas, revitalizar ecosistemas y empoderar a los pescadores, dándoles voz en la gestión de sus recursos.
A partir de la puesta en marcha del PES, en manos de la Fundación Alma, los pescadores tienen una visión distinta y están más y mejor informados sobre su práctica, sobre el impacto que generan y sobre la importancia del ecosistema a lo largo del río, de manera que se han acercado a otras comunidades pesqueras con las que no habían tenido ninguna relación, han compartido prácticas y conocimientos y han entendido la relevancia de salvaguardar su práctica de pesca artesanal. Ahora, son más conscientes del valor de su fuente económica y se sienten más apoderados de la incidencia política que pueden tener respecto a la toma de decisiones sobre el río.
La visión de sostenibilidad va más allá de la simple preservación; se trata de asegurar que las futuras generaciones puedan disfrutar del mismo río que hoy alimenta a sus padres y abuelos. Los testimonios de los pescadores reflejan un compromiso profundo con esta causa. “Queremos que nuestros hijos y nietos sigan aprendiendo de lo que el río nos ha dado”, dice Jaime.
Y es que para salvaguardar la pesca artesanal, necesariamente se tienen que salvaguardar los ecosistemas que permiten que haya peces en el río a lo largo del tiempo, de ahí la importancia de identificar para diseñar y ejecutar acciones que fortalezcan la limpieza del río, la preservación de los ecosistemas y el control de las actividades que se ejercen.
La contribución de Esri Colombia, aunque significativa, se presenta como una pieza en el rompecabezas más amplio de la conservación alrededor del río Magdalena. La empresa, con su misión de promover un mundo más sostenible a través de la tecnología, ha demostrado cómo la innovación puede ser una aliada en la lucha por la preservación de los patrimonios culturales y naturales.
Su compromiso con la sostenibilidad, reflejado en el Portal 30x30, una de sus tantas iniciativas, resuena con la filosofía de cuidar lo que es vital para la vida. Se trata de un hub colaborativo (organizaciones e individuos) que contabiliza las áreas protegidas, terrestres y marítimas de Colombia, Ecuador y Panamá. El Portal 30x30 le ha abierto su espacio a otras situaciones relevantes en temas de medio ambiente, como el monitoreo de las áreas vulnerables de incendios forestales en Colombia, la dirección del viento y predicciones climáticas, de modo que se pueda tener una visión integral, que permita una toma de decisiones oportuna ante posibles amenazas climáticas.
Esri Colombia aprovecha “la ciencia del dónde” para facilitar la toma de decisiones sostenibles. Sus principios están enfocados en facilitar el uso de los SIG para mejorar las soluciones que protejan el medio ambiente; concienciar a sus clientes, proveedores y distribuidores en la adopción y aprendizaje de prácticas de gestión sostenible; mejorar la sostenibilidad de sus operaciones y cumplir con la legislación, las regulaciones y los códigos que apliquen para exceder los estándares ambientales cuando sea posible.
El resurgir de la pesca en el río Magdalena es un testimonio de cómo la tradición y la tecnología pueden unirse para enfrentar desafíos comunes. La preservación de nuestros recursos naturales no es solo una tarea para expertos, sino un compromiso compartido que requiere la participación de todos.
Jaime recuerda con nostalgia los días en que el río era un mar de peces, cuando la abundancia parecía infinita. "Ahora, el agua se siente más vacía, pero no hemos perdido la esperanza", dice, con ojos reflejando el dolor del cambio y la determinación de seguir adelante. Este anhelo de continuidad resuena en las voces de más de 40 mil familias que dependen del río para su sustento y cultura.
Rosa, una pescadora del corregimiento de Tasajera, ha visto de cerca los cambios que la tecnología ha traído. "El Magdalena nos da vida y es nuestro deber cuidarlo para las generaciones que vienen", comenta con pasión. "Con cada mapa y cada dato que obtenemos, entendemos mejor cómo proteger nuestro hogar y asegurar que el río siga siendo una fuente de vida para nuestros hijos".
El río Magdalena, con su caudal incesante, es más que un simple cuerpo de agua; es un símbolo de vida y esperanza. Las historias de Poto, Jaime y Rosa subrayan la importancia de un acompañamiento integral, que combine voluntad, compromiso y colaboración. El futuro de nuestros patrimonios culturales y naturales depende del respeto hacia las voces que han custodiado estos tesoros a lo largo del tiempo. Con voluntad y herramientas adecuadas, podemos mejorar las condiciones de vida y fortalecer el valor cultural de estas comunidades, asegurando que las futuras generaciones continúen este legado de respeto y armonía con la naturaleza.