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¿Cómo opera el cerebro de un niño genio del ajedrez?
El pequeño ha ganado 30 campeonatos del juego. Demostró tener el coeficiente intelectual elevado.
Con 10 años de edad, un coeficiente intelectual (CI) de 170 y 30 campeonatos ganados de ajedrez, Nicolás Ramírez Villegas es la mente caleña que promete destacar a Colombia en el deporte que “entrena el cerebro”. Al igual que cualquier niño, le gustaría volar como lo hace un superhéroe, pero sueña aún más con decir jaque mate en un torneo que le otorgue el título de campeón mundial en el juego de mesa.
Más que ingenio, el ajedrez necesita constancia y entrenamiento, pues como cualquier otra parte del cuerpo, el cerebro se ejercita. Él, por ejemplo, dedica diez horas a la semana al juego de mesa y las distribuye en: cinco horas de táctica, que es realizar ejercicios para ganar piezas del contrincante (como un alfil, un caballo, una dama); tres horas de juego, que es hacer partidas normales con otros o a través de sitios web; y un par de horas más analizando estrategias (viendo competencias, ganadores y leyendo sobre el tema) o practicando finales (terminando el juego con pocas fichas en el tablero).
La destreza mental que tiene actualmente el pequeño de gafas rojas es una de las características que llaman la atención de la comunidad neurocientífica, ya que varias investigaciones han tenido como objeto determinar los niveles de desarrollo que debe alcanzar una persona para recibir el título de “superdotada”, junto con factores que influyen en el intelecto como son el entorno, la repetición y la genética.
El neuropatólogo pediatra, Manuel Casanova, quien representó la agrupación científica Smart State Endowed en terapia neuro infantil en la Universidad de Carolina del Norte, explicó a EL TIEMPO que hay tantas inteligencias como personas en el mundo, pero que son realmente pocos los que logran dominar varias destrezas con excelencia a la vez.
Sin embargo, relaciona la práctica y la repetición de ciertas actividades con el proceso de entendimiento. Desde una perspectiva más simple, el especialista explicó cómo se va formando el órgano del pensamiento con la siguiente metáfora: “Si deslizas un trineo por una colina llena de nieve, verás que se va trazando un camino. Entre más se resbale este por la montaña, más se apartará la nieve y más profundo puede ser el sendero. De esta forma funcionan los surcos (responsables de dar un aspecto arrugado al cerebro) y las conexiones, ya que se van marcando de acuerdo a la práctica y la repetición”.
. Foto:Archivo Particular
Asimismo, Valeria Sabater –psicóloga de la Universidad de Valencia con máster en neurocreatividad, innovación y sexto sentido, dice que la eficiencia neuronal de estos niños es altísima. “Tienen, por así decirlo, muchas más carreteras y autopistas neuronales para conducir datos, información, conceptos. Además, son vías intercomunicantes, un entramado amplísimo, sofisticado e hiperconectado donde todo funciona muy rápido”, agregó.
Por ende, los casos extraordinarios dependen de estructuras cerebrales que aparecen por factores hereditarios, pero que a través del ejercicio mental se van reforzando para moldear el cerebro y para obtener resultados que lleguen, incluso, a ser sorprendentes.
Sobre el componente conductual, Ellen Winner –graduada de Harvard, profesora de psicología en Boston College, con investigaciones en la cognición de niños típicos y superdotados– explicó que los niños superdotados cuentan con tres características. “La primera es muy obvia, se relaciona con la habilidad de aprender sobre una área particular y usualmente estas personas tienen talentos en un campo en particular, mas no en otros”, explicó.
En segundo lugar, comenta que la pasión es otra característica, ya que suelen estar motivados en aprender constantemente en su zona de experticia. Por último, son niños diferentes al resto, en especial en su juventud, por lo que siguen su propio camino e incluso resuelven problemas más rápido y de formas diversas. Así funcionan “quienes empiezan a leer a los dos, tres o cuatro años, antes de ir a la escuela, cuando nadie les enseña. Por supuesto, no podrían hacerlo si no tuvieran un adulto que les leyera un poco”, según Winner.
Como es el caso del joven ajedrecista que desde pequeño ha destinado días enteros a jugar en cuadrículas blancas y negras entre las paredes de la Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero. Allí ‘Nico’ aprendió a perfeccionar sus estrategias, a analizar jugadores que parecían tener la edad de su abuelo y, sobre todo, a apasionarse por el movimiento de cada ficha.
Sin embargo, esta historia empezó cuando el protagonista tenía cuatro años. “Mi papá me enseñó a jugar ajedrez y me gustó mucho porque descubrí que puedo aprovechar para compartir con mi familia y desarrollar cualidades”, dijo quien después de demostrar soltura en el tablero pasó a la Liga de Cali.
. Foto:Archivo Particular
La corta edad en que empezó a tener habilidades lógicas, puede ser uno de los motivos que lo llevaron a demostrar maestría en otros aspectos de su vida, como el colegio. Esto porque las conexiones neuronales se forman principalmente en etapas tempranas y entre más rápido se estructuren, más podrán forjarse con el paso del tiempo.
Según el científico Casanova, los estímulos que reciba una persona a sus dos años, serán –en un 80 por ciento– las bases en las que se fundamentará su conocimiento cuando sea adulto. Por ende, es fácil encontrar una alta cantidad de conexiones en la niñez, que se forman en el cerebro con la promesa de ser usadas en un futuro, “de ahí que los bebés sean cabezones”, comentó y agregó que lo normal es que con el tiempo se elimine el avance neuronal que no se haya ejercitado para optimizar energía corporal, ya que “pensar cansa”.
Sabater también explica que otra característica es que la corteza cerebral –de los niños con capacidades mentales superiores– se desarrolla más despacio y va cambiando de forma, lo que permite la creación de nuevas conexiones que facilitan el aprendizaje. Esto, porque su cerebro madura de una forma gradual y sofisticada para llegar a su pico en la adolescencia. Mientras que quienes tienen un CI “normal” llegan a la cima a los 5 o 6 años.
“Cuando un niño presta atención a una nueva experiencia, su cerebro cambia, se especializa, se construyen nuevas vías, caminos neuronales para comunicar áreas, regiones, estructuras. La plasticidad de los niños superdotados es tan maravillosa que muchos neurólogos señalan que son mentes en continuo crecimiento. Mentes hambrientas y deseosas de interacción que no a menudo sabemos atender como merecen”, dijo Sabater.
En el caso del ajedrecista, las conexiones que más ha usado parecen desencadenar ingenio en cuanto a capacidad espacial, memoria y matemática, pues sus habilidades no solo han girado en torno al deporte. Su buen desempeño, especialmente en el área numérica, en su momento fue un factor que llamó la atención de la rectora de su colegio, quien hizo la propuesta de adelantarlo un grado y también de fortalecer sus conocimientos en lógica matemática para presentarlo ante una universidad.
“Íbamos en transporte y en el lapso que nos tomaba hacer el recorrido le enseñé las tablas de multiplicar, a hacer suma de números con 15 cifras, a sacar porcentajes. Pero fue solo por algunos meses, se dejó a un lado para no saturarlo porque ya estaba de lleno en el ajedrez”, dijo Octavio Ramírez, padre del menor.
Lo anterior, sumado a las destrezas que ha demostrado tener Nicolás desde pequeño y que lo han destacado por encima de la media. A los cinco meses dijo su primera palabra, cuando el resto lo hacen al año; con un poco más de edad indicaba estaciones, calles y direcciones a quienes veía perdidos en el transporte público; ahora, disfruta recorrer ciudades de todo el mundo a través de Google Maps, entre otros hobbies como leer Harry Potter y escuchar música clásica.
Esto, explicado por Valeria Sabater –psicóloga de la Universidad de Valencia con máster en neurocreatividad, innovación y sexto sentido– quien dice que personas como el pequeño tiene en ciertas regiones cerebrales un mayor volumen de materia gris, que se relaciona con la cognición, la inteligencia y con la capacidad para procesar la información. Lo que se traduce en que tienen más habilidades para manejar datos, analizarlos y extraer conclusiones.
“En el cerebro hay 28 regiones relacionadas con la habilidad para razonar, actuar, focalizar la atención y reaccionar ante los estímulos sensoriales externos. Los niños con altas capacidades presentan una mayor especialización en cada una de estas áreas”, dice Sabater.
Personas como el niño de 10 años, se pueden encasillar en dos categorías según la longitud neuronal que tengan para unir un hemisferio del cerebro con otro. “Una persona que tiene muchas conexiones cortas puede sobresalir en su agudeza visual, en su percepción. Por otro lado, quien tenga conexiones largas es capaz de pensar por fuera de la caja y puede resolver un problema numérico, por ejemplo, que arregle cuestiones de higiene o salud pública”, señaló el experto Casanova que recibió becas para completar estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.
Por los comportamientos de Nicolás, a sus seis años –recomendado por psicólogos que acompañaban su proceso de aprendizaje– se realizó un test para saber cuál era su coeficiente intelectual. Los resultados arrojaron lo descomunal que es la psique del pequeño pelirrojo, pues su puntaje de 170, incluso, le permitiría ingresar a la Asociación Internacional de Superdotados (MENSA, por sus siglas en inglés), una institución que recibe a personas con un razonamiento igual o superior a 131 en la escala de Weschler.
“Tener entre 85 y 115 de CI es lo normal, se considera como una habilidad excepcional cuando el resultado es de 130 hacia arriba porque estamos hablando de casos que solo se presentan en un dos por ciento de la población o menos”, explicó Carlos José De los Reyes, profesor asociado del departamento de Psicología de la Universidad del Norte.
. Foto:Archivo Particular
Dicho test evalúa habilidades como: memoria, resolución de problemas, capacidades visoespaciales, dimensiones verbales y no verbales. Sin embargo, ha generado debate porque no toma en cuenta las variaciones culturales y los diferentes tipos de intelecto, motivo que lleva a algunos a considerar que es mal utilizado, en especial cuando su función es dar una posición escolar a un niño.
De igual forma son los mismos exámenes que se han usado desde hace siglos para determinar si hay intelecto en una persona o si carece del mismo. La primera prueba de la que se conoce, llamada Escala métrica de la inteligencia, fue un encargo del gobierno francés en 1904 para el psicólogo Alfred Binet y el psiquiatra Thèodore Simon, pues debían identificar en las escuelas a los alumnos que se les dificultara seguir el ritmo del plan de estudios.
Con el pasar del tiempo, esta forma de medición, popularmente conocida como test Binet-Simon, llegó a Estados Unidos y fue modificada por la Universidad de Stanford para ser difundida en el mudo occidental, usada entre niños y rebautizada como la Escala Wechsler.
Dicho tipo de pruebas tienen una estructura particular, “no están diseñadas para que todo el mundo las resuelva por completo, sino que están diseñadas de tal forma que muy pocas personas alcancen a terminarlas, es decir, que las preguntas se van complejizando hasta el punto de llegar a interrogantes que, probablemente, la mayoría de personas no va a poder responder”, comentó De los Reyes.
A pesar de que estos métodos confirman la alta capacidad de raciocinio del pequeño caleño, nada libra a ‘Nico’ de perder una partida de ajedrez. “A mí me encanta ganar y lo disfruto mucho, pero sé que no siempre pasa. Muchas veces he perdido y creo que de los errores se aprende”, compartió.
En consecuencia, los frutos de su disciplina y su amuleto de la suerte –unos cuarzos que le regalaron sus padres y que lleva colgados en el cuello–se ven materializados en cada uno de los torneos que ha ganado, pues al día de hoy suman 30 y vienen de la victoria de cuatro competencias en Estados Unidos, ocho a nivel nacional individual y seis por equipos, ocho como campeón departamental, junto con uno en la feria de Cali, otro en Exporfess y dos en torneos de la biblioteca departamental.
Los seis años que reúne ‘Nico’ como ajedrecista, han forjado el deseo constante de dedicar su vida a las fichas y las estrategias. Esto, a pesar de que, tanto él como su papá, son conscientes de que el factor económico no sobresale en este tipo de deporte. “Una vez se ganó 250 mil en un campeonato y otra vez, 80 dólares en Estados Unidos”, cuenta Ramírez sobre los únicos dos premios monetarios que ha tenido su hijo.
Por ello, la invitación que hace al gobierno es que se apoye a los jóvenes talentosos del país: “el gobierno apoya a los adultos, porque ven que los pueden representar muy bien, pero no se han dado cuenta de que todo empieza desde los niños. Tienen que apoyarlos para que sean grandes en su actividad”.